He de reconocer que Rusia no estaba en mis planes.
Últimamente las noticias sobre el país no habían sido demasiado buenas pero la oportunidad de conocer un país totalmente diferente estaba al alcance de mi mano y no quería dejarla pasar.
San Petersburgo sería nuestro destino. Antigua capital de Rusia y también llamada Leningrado y Petrogrado durante la época Soviética fue fundada por el zar Pedro el Grande en el año 1703 con la intención de convertirla en la "ventana de Rusia hacia el mundo occidental". A partir de entonces se convirtió en capital del Imperio ruso durante más de doscientos años.
El día había llegado y el viaje comezó en autobús rumbo a Helsinki donde el Mss Princess Maria nos esperaba en el puerto para brindarnos atardeceres como éste.
Y ya en tierras Rusas, otra especia de bienvenida, pero ésta no tan agradable. Mas de dos horas para el control de pasaportes.
El Hermitage, el palacio de invierno, la iglesia de San Isaac, la Cateral de la Sangre Derramada y la estación de metro mas profunda del mundo son los grandes atractivos de la ciudad
Catedral de San Isaac
Parte de la catedral de Nuestra Señora de Kazán
Catedral de la sangre derramada
El museo del Hermitage (palacio de invierno) inmenso por dentro y por fuera y en el cual se inspiró la película de Anastasia
Un paseo en barco por los canales de San Petersburgo y unas copas de champagne pusieron punto final al dia.
San Catherin's Palace o palacio de verano fue la residencia de los Zares Rusos durante mas de 70 años. Ésta fue otra de las indudables sorpresas, aquí, la pomposidad y el lujo extremo abundan en cada rincón.
San Petersburgo me sorprendió desde el primero hasta el último instante del viaje. En una primera fase por su color, por su olor (peculiar también) por el gentío abarrotando las calles y por su insuperable belleza encuanto a palacios y catedrales.
Y en una segunda, cuando quizá las ganas de "saber" algo que no se ve ni se siente en las catedrales nos hicieron preguntar a una chica, cómo era la verdadera vida en Rusia. Entonces, el pintoresco colorido y la imagen de ciudad Europea y aparentemente boyante se tornó en una paleta de colores de menos intensidad.
Quizá el visado de 72 horas no sea suficiente para adentrarte demasiado en el lado (no digamos "oscuro", dejemoslo en "menos claro" de la ciudad. La libertad de expresión, ciertos estereotipos muy arraigados a los ciudadanos y una corrupción inmensa son asiganturas pendientes.
La puesta de sol desde el Ferri en el viaje de vuelta fue el colofón final a un viaje perfecto.